Ps. Diana Carolina Ochoa Ordóñez
¡Oh voces silenciosas de los muertos!
En la hora que aterra
no me llaméis hacia el pasado oscuro,
donde el camino de la vida cruza
los valles de la tierra.
José Asunción Silva (El libro de Versos)
José Asunción Silva (El libro de Versos)
Un problema, un tabú, una solución, un derecho, un delito, un acto de gran valor o un pecado mortal; según la cultura y el momento histórico el suicidio ha sido visto de una manera particular, incluyendo elementos que generan debate, temor o rechazo. Aún así, lo cierto es que el suicidio es uno de los comportamientos más dramáticos y antinaturales que se puede cometer, partiendo del hecho de que los animales están programados filogenéticamente para preservarse y preservar la especie, siendo el humano el único ser, capaz de decidir quitarse la vida libre de actos reflejos destinados a la conservación de sus genes (Pinillos, 1980), siendo posible explicar lo anterior a partir de que el cerebro humano tiene la capacidad de abstraer y hacer posible la conciencia de elementos que van más allá del entorno real e inmediato, pensado e imaginando cosas que no existen. Esta facultad exclusivamente humana permite crear un mundo intelectual interno y unas preocupaciones independientes del momento presente (Tejedor y Punset, 2004).
En la cultura occidental actual, el suicidio es contemplado como un problema de salud pública, estando entre los primeros índices de mortalidad a nivel mundial; está definido por la OMS (1969), como (“todo hecho por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión, cualquiera que sea el grado de intención letal y de conocimiento del verdadero móvil”) un trastorno multidimensional, en el que se presentan complejas interacciones de factores bioquímicos, genéticos, psicológicos, sociológicos y culturales. Así mismo desde la conceptualización realizada por Boldt (1989) en la definición de suicidio se presentan tres supuestos básicos: 1) El suicidio es un acto voluntario, 2) el individuo suicida desea morir, y 3) la situación por la que pasa el individuo la percibe como irremediable e intolerable.
En la terapia cognitiva se parte del modelo explicativo de la depresión, en el que se incluye la ideación suicida como una “expresión extrema del deseo de escape de lo que parece ser un problema irresoluble o una situación insoportable” (Rush y Beck, 1978; pág. 202) y parte de los tres componentes de la triada cognitiva negativos (yo, mundo y futuro), los errores cognitivos dominantes y los esquemas disfuncionales activados (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979; Rush y Beck, 1978), por tanto el objetivo de la evaluación se centra en la identificación de pensamientos automáticos, distorsiones cognitivas y creencias centrales que se activan inmediatamente antes del intento de suicidio (Beck y cols, 1979).
Dicha evaluación puede contemplarse desde tres elementos, el primero relacionado con la atención inmediata, siendo el objetivo principal estabilizar al paciente “inclinando la balanza en contra del suicidio”, es decir implicar y comprometer al paciente en el proceso terapéutico de tal manera que decida postergarlo, para que a través del establecimiento de una relación terapéutica adecuada, el paciente considere objetivamente, a lo largo del proceso terapéutico, sus deseos de morir (Beck y cols, 1979).
El segundo elemento fundamental, incluye la identificación de factores de riesgo multidimensional y la vulnerabilidad del paciente, a través de una perspectiva multiaxial, indagando en elementos tales como: enfermedad física, pérdida personal, comportamientos impulsivos, soledad, fatiga, circunstancias estresantes, dolor crónico, capacidad limitada de resolución de problemas, entre otras (Reinecke, 2000; Freeman y Reinecke, 1995), se debe indagar además en las formas en las que el paciente ha pensado en acabar con su vida, la cercanía de elementos potencialmente letales en su contexto, el grado de riesgo cotidiano y la conceptualización de dificultades del individuo (Henriques, Beck A.T. y Brown, 2003).
Finalmente el tercer elemento implica la evaluación permanente a lo largo del proceso terapéutico, logrando desde el primer contacto con el paciente, el desarrollo eficiente y rápido de la formulación de caso con la prevención de nuevos intentos de suicidio y el plan de tratamiento.
Referencias
-Beck, A.T., Rush, A. J., Shaw, B. F. y Emery, G. (1979). Cognitive Therapy of Depression. Nueva York: Guilford Press.
-Boldt, M. (1989). Defining Suicide. Implications for suicidal behavior and for suicide prevention. En Diekstra, R., Maris, R., Platt, S., Schmidtke, A. y Sonneck, G. (Comp.) Suicide and its prevention: the role of attitude and imitation. World Health Organization. Netherlands: E. J. Brill.
-Freeman, A. y Reinecke, M. (1995). Terapia Cognitiva Aplicada a la Conducta Suicida. Bilbao: Desclee de Brouwer.
-Henriques, G., Beck A.T. y Brown, G. (2003). Cognitive Therapy for adolescent and Young adult Suicide Attempters. The American Behavioral Scientist, 46, 9, 1258-1268.
-OMS. Organización Mundial de la Salud (2000). Prevención del suicidio un instrumento para médicos generalistas. Departamento de Salud Mental y Toxicomanías. Ginebra: OMS.
Pinillos, J. (1980). Tres lecciones sobre psicología del suicidio. Estudios penales y criminológicos. 4, 1979‑1980.
-Reinecke, M. (2000). Suicide and Depression. En Dattilio, F. y Freeman, A. (Comp.) Cognitive-Behavioral Strategies in Crisis Intervention. New York: The Guilford Press.
-Rush, A. y Beck, A.T. (1978). Cognitive Therapy of Depression and Suicide. American Journal of Psychotherapy, 32, 2, 201-219.
-Tejedor, F. (Productor) y Punset, E. (Director). (2004). El Suicidio [Programa de Televisión Documental Redes]. España: Televisión Española S.A.
___
No hay comentarios:
Publicar un comentario